Por Gabriel Garcia, «EL TIEMPO»
Hace algunos días se conoció un video que muestra cómo un perro ataca a otra mascota hasta causarle la muerte. Lo más impactante, aparte de la agresión, es la impotencia de uno de los tutores y el dolor del otro.
De inmediato, en redes sociales empezaron a difundir diferentes puntos de vista en torno al caso, más aún cuando, supuestamente, el perro agresor era de raza pitbull, considerada de manejo especial o erróneamente calificada como «potencialmente peligrosa».
¿Razas peligrosas?
Este concepto es errado. Si bien existe una clasificación universal de ciertas razas consideradas injustamente ‘peligrosas’, esta se basa más en características físicas como fuerza, musculatura, peso o la potencia de la mordida, ya que no existe una relación entre la raza de un individuo y un carácter agresivo.
El psicólogo Andrés Martínez explica que “sería equivalente a decir que un ser humano, por pertenecer a determinada raza, tiene tendencia a ser menos tolerante, más agresivo y reactivo”.
En ese sentido, vale la pena recordar que Konrad Lorenz, uno de los padres del estudio del comportamiento animal, afirmaba que para el desarrollo de un comportamiento agresivo en los animales la genética aportaba solo el 30 por ciento, mientras que el 70 por ciento se debe al entrenamiento, la crianza y la socialización que los animales reciben durante las etapas de vida iniciales.
Lo correcto es decir que hay condiciones que pueden hacer que un animal tenga cierta predisposición a ser agresivo, como la edad y el sexo. Por ejemplo, un perro que no esté socializado y, además, no esté castrado y alcance la madurez sexual sería más propenso a tener episodios de agresividad que una hembra esterilizada de la misma raza. En conclusión, la agresividad de los animales no viene determinada por la raza, sino por la crianza, entrenamiento y educación que reciban.
¿Qué es agresividad?
Esta no tiene solo que ver con el acto de morder a otros animales o personas, sino que involucra comportamientos y significa diferentes cosas. Por ejemplo, un perro puede tener la agresividad atenuada y controlada, y no manifestar ningún comportamiento exagerado más allá de un gruñido; mientras que otros pueden atacar a otras mascotas e incluso a las personas.
De ahí que lo importante sea conocer qué es lo que desencadena el comportamiento agresivo para tratarlo de manera fácil y eficiente.
Es clave recordar que, aunque el comportamiento de algunos perros esté entre los problemas de comportamiento más graves, continúa siendo solo un problema y, por ende, es susceptible de corregir.
Signos de agresividad
Antes de un episodio de agresión existe un factor que lo desencadena y señales de alerta que se deben tener en cuenta. Conocer estos dos factores ayuda a anticipar el comportamiento y, quizás, frenarlo a tiempo.
Los signos más comunes son: una postura corporal rígida, orejas inclinadas hacia atrás, ladridos o gruñidos, pelo erizado, mostrar los dientes, hacer acercamientos hacia el animal o la persona. También, mordeduras que pueden ir desde cortes ligeros hasta sujeciones más prolongadas. Adicionalmente, existe una agresión súbita o de “inicio repentino”, la cual es rara porque, por lo general, los episodios de agresión tienen signos previos.
(Lea acá: ¿Qué hacer cuando un perro muerde a otro y no lo suelta?).
¿Qué causa la agresión?
El consenso de los médicos veterinarios y expertos en etología veterinaria es que ningún animal se vuelve violento de la nada.
Este comportamiento se da como resultado de una falta de socialización o socialización inadecuada, sumado a un mal manejo de problemas de comportamiento. Sin embargo, existen otras causas como dolor o enfermedad, miedo, domino o jerarquía, territorialidad y protección a objetos o personas, estrés e incluso malas experiencias pasadas.
Territorialidad o posesión: conocida como “agresión por recursos”, se desencadena cuando el animal desarrolla obsesión por ciertos elementos como los juguetes, la cama, el alimento e, incluso, las personas. Desencadena comportamientos que van desde un gruñido hasta un ataque.
Miedo: cuando un perro se enfrenta a una situación que le genera miedo tiene dos opciones: huir o luchar. En esta agresión no existe una señal clara que permita reconocer que el animal va a atacar, ya que solo reaccionará agresivamente cuando no tiene otra opción. Usualmente se relaciona con malas experiencias en las edades tempranas.
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Agresividad con la correa: algunos tenedores reportan que el perro se comporta de manera natural y apacible, pero que apenas se le pone el collar empieza a manifestar señales de agresividad. Esto se debe a que el animal se siente restringido, vulnerable y frustrado.
Jerarquía: esta se puede demostrar hacia otros animales e, incluso, personas. Se da para demostrar quién tiene mayor jerarquía.
Dolor: Es un mecanismo de defensa y de protección cuando los perros tienen una situación que los aqueja y necesitan proteger su integridad al sentirse vulnerables.
GABRIEL GARCÍA
MÉDICO VETERINARIO
PARA EL TIEMPO